sábado, 24 de diciembre de 2016

Millonaria

Cuando iba al banco a cambiar billetes por monedas, era lo más. Y si me daban 25 pesos, me sentía millonaria. Me gustaban los tubitos de monedas, porque romperlos en casa era una sensación increíble, como romper el papel de un paquete de regalo navideño (en alguna parte tenía que mechar la navidad. Nada tiene que ver con navidad ni fiestas esta entrada del blog, sabelo.). O las monedas sueltas, que tiraba adentro de la cartera y volvía tintineando como campanitas de navidad (ahí metí navidad de nuevo, te engañé).
Con la SUBE, esa magia de tener monedas se perdió. El saldo adentro de la tarjeta es muy abstracto. No sé cuánto saldo tengo ahora, pero sí sabía cuántas monedas tenía y si tenía que ir al banco diez años atrás. La magia de sentirme millonaria volvió cuando podía sacar TRES MIL pesos del cajero, o sea que volvía a casa con TREINTA billetes de cien CADA UNO, que no entraban en la billetera así que los repartía en dos bolsillos traseros. Hacer todo rápido por miedo a que te roben es una adrenalina fascinante, no lo cambio ni por un viaje a Disney. Hay gente que disimula y va a pasear al perro. Pero en realidad, van al cajero a sacar plata. Así que señor ladrón, ya sabe, si ve una persona paseando a su perro a las 3 am, dígale "eh, dame los 3000 pé que fuiste a sacar del cajero. Y la bolsita de mierda que llevás en la mano, también"
Pero todo cambió con los billetes de 500. Fui al cajero, saqué mis TREINTA billetes de cien CADA UNO, pero no... el duendecito del cajero decidió darme seis miserables billetitos. SEIS. Mi billetera quedó flaquita, como quisiera haber llegado al verano 2017.
Y ya nada volvió a ser igual. Soy pobre otra vez. Con seis billetes del orto, que encima los gastás en pelotudeces que duran dos días. Y ser pobre en navidad, es lo peor del mundo. (Listo, cerré metiendo la navidad como para seguir con la temática, por más que no tenga nada que ver).