viernes, 8 de enero de 2021

ASPO? DISPO?

 Son siglas que no exitían antes del 2020. Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio. Dicho en otras palabras: la misma mierda pero con distinto olor. Para algunos, si usás barbijo sos inteligente y te cuidás. Para otros, un pelotudo que lo usa al pedo como cuando estás arriba de la bicicleta o debajo del casco de la moto.  

En fin, cuando ya no sentía que era una delincuente por estar en la calle, fui a la plaza con mi hijo. Había leído y escuchado historias sobre niños post aislamiento: lloran por los ruidos fuertes, se cagan encima, se golpean la cabeza, se vuelcan al canibalismo, apedrean palomas, y otras cosas que no vale la pena mencionar porque son muy fuertes. Al parecer somos seres sociales pase lo que pase, y nos pinta charlar con quien sea. Así que allá fue mi hijo, de tres años a conversar con el padre de un amiguito que se hizo en la plaza: "Hola. ¿Cómo te llamás? ¿Por qué no tenés dientes?"

La vergüenza de escuchar esa charla hizo que profundizara mi habilidad característica: hacerme la pelotuda. Fingir que no entiendo, que no soy parte, que no sé que pasó, que no estuve ahí. Permití al señor responderle con cortesía mientras yo seguía sentada en un banco de la plaza, viendo pasar una avioneta o camiones por la avenida Márquez, ya no recuerdo: "Y... porque se me cayeron!!" se sinceró el buen hombre.

También volviendo de la plaza me tocó a mí conversar un poco. Tuve que explicarle a la buena vecina que no, que no estoy embarazada, y que sí, que quedé así, porque me pintó el quedarme en casa y eso implicó comer, y mucho. 

No sé qué tan malo era quedarme en casa al fin y al cabo.

miércoles, 30 de septiembre de 2020

Mis cumpleaños

 Toda la vida amé festejar mis cumpleaños. Varias veces. Un día antes para a las 00:00 ya estar de joda. Seguir de joda el mismísimo primero de octubre. Volver a celebrar el fin de semana con aquellos que no pude ver. Por lo general separo familia por un lado, amigos por el otro así nadie se horririza de ver a mi abuela bendiciendo le mesa o de verme totalmente alcoholizada, drogada, desnuda o todo eso a la vez. Hay cosas para ciertos ambientes y cosas para otros. Esta vez me agarró la pandemia. Y todo cambió. Todo se puso más intenso pero igual soplaré velita via videollamada y todas esas mierdas tecnológicas que hacemos para sentir que la vida no se vovió una chotada total, pero sí. Sí que lo es. 

El total de invitados entre las dos o tres veces que festejo mis cumpleaños yo creo que llega a los 100. Algún día voy a hacer un único festejo e invitarlos a todos juntos. Prometo para ese entonces dar un show de cómico stand up, o monólogo, o como quieran llamarlo. Dejo asentado por acá que lo haré cuando cumpla 40, en algún salón o algo así para que estemos todos cómodos escuchando las pelotudeces que puedo llegar a decir por 15 o 20 minutos seguidos. Espero que me aplaudan y me dejen hacer el ridículo en paz. No me tiren tomates ni me escupan. Rian y aplaudan y dejen su dinero en una alcancía. Seguro va a salir un huevo reservar una noche en un salón después de esta pandemia del orto.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Bombilla

 ¿Qué onda con las bombillas? ¿Se tiran como los cepillos de dientes de vez en cuando? ¿Cuándo es el "vez" y cuando es el "cuando"? ¿Se tapan porque absorben las malas vibras de quien las usa? ¿Entonces nos castigan diciendo "¿ah, andás con mala vibra? ¡¡Así no, eh!! ¡Mira cómo me tapo y no tomás más mates en paz! ¡Aaaaah! ¡¡Ahí me tapé!! Ahora dejá de enojarte con los de la compañía telefónica que no te trajeron el chip y enojate conmigo, dale." Y así piensa la bombilla y, entonces, se tapa. Tengo varias anécdotas de bombillas. Una vez me junté con una amiga a tirar un mantelito y vender sus artesanías. Creo que no vendimos una mierda, pero fue hermoso juntarnos a tomar mate al sol. Pasó un tipo a charlar un rato y se sentó con nosotras. Tomó mate hasta que se terminó el agua y se fue. Un forro interesado. Ni siquiera nos compró una pulserita, nada... En fin... Cuando volvemos a casa le comento a mi madre lo sucedido. Muy asustada me preguntó cómo era el señor, como se llamaba, donde vivía y su DNI. Como yo no sabía nada de eso mi madre llegó a la conclusión de que se trataba de un malhechor. Un malviviente sucio, lleno de virus y bacterias que habitaban en su boca y, por ende, en la bombilla. Me obligó a tirarla a la basura y le hice caso con mucho miedo. Miedo a haber contraído una enfermedad, miedo a que el posiblemente delincuente me haya seguido y ahora sabe a dónde vivo... 

Y miren si en realidad fui yo la que desparramó este coronavirus ... Bueno, si es así, pido mil disculpas. Fue sin querer. Sólo quería tomar mate.

viernes, 6 de septiembre de 2019

NO ENTIENDO

¿Alguna vez te pasó que no entendiste algo? Seguramente que sí. No entendiste un chiste, el nombre de una calle, la explicación de un docente en la secundaria. Me ha pasado infinidad de veces de sonreir y fingir que sí entendía. No sé porqué. Para que el otro no pierda el tiempo en explicarme (por décima vez) algo que no me interesa, o tal vez para quedar como inteligente-entiende-todo y que el otro piense "¡pero qué maravilla! ¡Esta chica entiende todo! ¡Qué lujo su presencia!" cuando en realidad no sé qué carajo me dijeron. Me sucede cada vez más seguido: cuando me habla el remisero/chofer de Uber, cuando el chino me da el cambio y me dice algo, cuando escucho balbuceos de gente en una mesa familiar. Sencillamente sonrío y sigo de largo. En una de esas situaciones "sonrisa-entendí-todo-pero-no-entendí-un-choto" me encontraba el otro día. Creí que un saco salía el doble de lo que costaba en la etiqueta. No sé qué sucedió en mi cerebro que interpretó que, en vez de costar la mitad de su valor si pagaba en efectivo, el valor era de en realidad el doble. El saco estaba 350 pesos si lo pagaba en efectivo. Te podés comprar dos a 700. No sé qué pasó que entendí que cada saco costaba 700 y me compraba dos a 1400. En fin, estaba con una amiga que entendió todo y me terminé comprando los dos a 700, que era lo que correspondía. El problema es que yo hubiera pagado perfectamente 1400 pesos los dos sacos, que igual me parecía barato. Si la vendedora me decía "el total sería.... 1400" yo sacaba la billetera ahí  nomás y pagaba con mi sonrisa-entendí-todo-no-entendí-una-chota. Una pelotuda, lo podemos decir. Me podrían haber cagado como desde arriba de un puente, o esas frases que uno le suele decir a un individuo que es medio idiota y no entiende. Moraleja: No hay moraleja. Voy a seguir en mi nube de pedo fingiendo que me las sé todas, gracias por pensar en que soy inteligente y aprendo algo de mis errores. No aprendo un choto, seguiré sonriendo y ya.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Minutos conmigo misma

Sí, qué redundancia. Si estás vivo, siempre estás con vos mismo. Pero desde que soy madre es distinto. Me pasaron miles de cosas, y una de ellas fueron los momentos en los que solamente estoy conmigo misma. Es ahí que me agarra una especie de huracán interno en el que quiero hacer todo: ducharme y depilarme (al mismo tiempo, con cera en la ducha, para aprovechar al máximo los minutos), tomar mate y hacer caca (tambien al mismo tiempo), lavar platos para que la casa no esté tan sucia y pensar en la lista de cosas para comprar. También hay que sentir culpa mientras hacés cosas sin el bebé, porque si no sentís culpa... ¿Qué clase de madre sos? Una malísima, seguramente.
Una de las cosas que hago sin mi bebé es ir al psicólogo. Lo odio. Al tipo, claro. Le cuento cosas "tremendas" y solamente se digna a decir "¿AJÁ?" o "SISI"... dale... ¿por qué decís solamente "AJÁ"? ¿¿¿No te das cuenta que lo que me pasa es gravísimo??? Medicame, decime loca, hacé algo, no se!!! También consume muchas infusiones. Tiene su escritorio lleno de tazas de mate cocido (el saquito sigue en su taza, lo cual me pone nerviosa), té de hierbas, té en hebras, tecito, cafecito. Lo sé porque, ya puse antes, DEJA LOS SAQUITOS EN LA TAZA. Tiralos, viejo!! Sé ordenado. Puedo leer los rótulos, cuál es su sabor de té preferido. Ayer tenía un Taragüí, de esos que vienen con la carita sonriente. Lo hace a propósito el tipo. Casi como que se me caga de risa hasta el saco de té cuando voy a hablarle de mis pesares. Dale, disimulá un poco, ¿no deberías ser neutral? No comas, no bebas, solamente escuchá lo que vengo a decir. La otra vez se metía unas gotitas en el ojo durante la sesión. Ya ahí no aguanté más. Se lo tuve que decir. "Me pone nerviosa y me distrae que te estés metiendo esas cosas en el ojo". Y fui suave, porque en realidad mi pensamiento verdadero era: "me dan ganas de re cagarte a trompadas, tomate tu trabajo con seriedad la concha de tu madre".
Y mientras tipeo esto y pienso ilusamente que estoy conmigo misma viene mi gato a upa, que me extraña, me ronronea y me necesita también. Así que estoy con mi mascota, con el termo, el teclado (por suerte y esta vez sin yerba que se mete entre las letras) y esta pregunta: "¿mi bebé ya se despertó?", acompañada de un deseo contradictorio: 1) que no se despierte, así sigo conmigo misma y 2) que se despierte, así me quedo tranquila de saber que está bien.

domingo, 26 de marzo de 2017

Domingarcha

Si estás bajón porque es domingo y mañana laburás, no te preocupes, puedo ayudarte. En realidad no, tu vida va a seguir siendo una mierda y mañana vas a tener que ir a laburar igual, pero quizás pueda intentar hacerte sonreir.
Una vez entraba a las 8 am a laburar a McDonalds. Era un domingo (mentira, no sé si era domingo, pero lo pongo para agregar patetismo a la historia). Tenía mi uniforme puesto y mi peinado McDonald´s bien hecho (o sea, me até el pelo. Fin. No me peino ahora que tengo treinta y uno, en la adolescencia, menos que menos). Estaba por cruzar una de esas esquinas "imposibles" como por ejemplo la esquina de Saenz Peña-Laprida-Constituyentes-Mendoza. Esas que tenés que mirar para cuatro o cinco lados a la vez, porque si no, te levantan como sorete en pala. En esta ocasión, estaba cruzando Maipú y Aristóbulo del Valle, que tiene flechita para doblar, semáforo para autos, semáforo para peatones, semáforo en el que podés cruzar pero igual hay que mirar porque capaz un auto se manda igual. En fin. Creo que llegaba tarde, o creo que iba apurada como siempre que voy a cualquier lugar. Creía que no venía nadie "de allá" y me mandé. Pero sí venía alguien "de acá" al grito de "CUIDADOOOOOOO". Pero fue muy tarde. El señor que pedaleaba la bicicleta frenó, pero igual me llevó puesta. Como que me empujó con su vehículo. "AY, QUÉ ABOMBADAS QUE SON," me dijo. Creo que el "son" refería a las adolescentes, o a las que laburan en McDonald´s, no lo sé. No tuve tiempo de preguntarle porque la vergüenza y las ganas de huir de la situación con velocidad no me permitieron preguntarle: "Disculpe señor, ese pronombre personal que utiliza, ¿a qué refiere? ¿A las adolescentes? ¿A las mujeres? ¿Fue un comentario machista? ¿Me tengo que ofender?". Preferí mirar el piso, seguir cruzando la calle e ignorar el consejo de la señora que estaba en la esquina: "Hay que mirar bien antes de cruzar."
Así que si sentís que esta noche es una mierda, no te preocupes. Podrías estar siendo atropellado a los dieciocho años por una bicicleta. Yendo a McDonald´s, tu lugar de trabajo. A las 8 am. Un domingo (bueno, esa parte no sé si es cierta, pero ya a nadie le importa). ¡Eso sí que es una cagada!

sábado, 24 de diciembre de 2016

Millonaria

Cuando iba al banco a cambiar billetes por monedas, era lo más. Y si me daban 25 pesos, me sentía millonaria. Me gustaban los tubitos de monedas, porque romperlos en casa era una sensación increíble, como romper el papel de un paquete de regalo navideño (en alguna parte tenía que mechar la navidad. Nada tiene que ver con navidad ni fiestas esta entrada del blog, sabelo.). O las monedas sueltas, que tiraba adentro de la cartera y volvía tintineando como campanitas de navidad (ahí metí navidad de nuevo, te engañé).
Con la SUBE, esa magia de tener monedas se perdió. El saldo adentro de la tarjeta es muy abstracto. No sé cuánto saldo tengo ahora, pero sí sabía cuántas monedas tenía y si tenía que ir al banco diez años atrás. La magia de sentirme millonaria volvió cuando podía sacar TRES MIL pesos del cajero, o sea que volvía a casa con TREINTA billetes de cien CADA UNO, que no entraban en la billetera así que los repartía en dos bolsillos traseros. Hacer todo rápido por miedo a que te roben es una adrenalina fascinante, no lo cambio ni por un viaje a Disney. Hay gente que disimula y va a pasear al perro. Pero en realidad, van al cajero a sacar plata. Así que señor ladrón, ya sabe, si ve una persona paseando a su perro a las 3 am, dígale "eh, dame los 3000 pé que fuiste a sacar del cajero. Y la bolsita de mierda que llevás en la mano, también"
Pero todo cambió con los billetes de 500. Fui al cajero, saqué mis TREINTA billetes de cien CADA UNO, pero no... el duendecito del cajero decidió darme seis miserables billetitos. SEIS. Mi billetera quedó flaquita, como quisiera haber llegado al verano 2017.
Y ya nada volvió a ser igual. Soy pobre otra vez. Con seis billetes del orto, que encima los gastás en pelotudeces que duran dos días. Y ser pobre en navidad, es lo peor del mundo. (Listo, cerré metiendo la navidad como para seguir con la temática, por más que no tenga nada que ver).