viernes, 24 de enero de 2014

31 de diciembre

El último día del año creo que debe ser especial. Hay que comer cosas distintas, brindar cuando comienza el nuevo año, salir a mirar cohetes, (o COJETES, como decía mi abuelo) sonreirle a las estrellas y pensar en las cosas buenas que vamos a hacer en el año que recién comienza. No es un día como cualquier otro. Pero hay gente que piensa que sí, y le da igual comer pizza o un lechón con ensalada rusa. Y con esa gente pasé el 31... estábamos en Entre Ríos, zafando de que las palometas nos coman los dedos de los pies, y fuimos a cenar a algún lado... claro, no habíamos hecha reserva ni nada, porque "seguramente" encontraríamos un lugar abierto. La pizzería "birra y pizza 50 pé" estaba abierta, así que nos sentamos. El único empleado (que debía ser el dueño) cobraba, servía, ponía queso en las pizzas, las metía al horno, se rascaba el culo, cortaba el queso, limpiaba mesas, tenía cara de culo, se secaba el chivo con la servilleta con la que limpiaba las mesas y estaba arrepentido de haber abierto su local. Nos dijo que se había quedado sin gas, y que no nos podía atender.
Nos fuimos de ahí. Yo estaba indignada. Se me ocurrió pedirle un cacho de pan dulce a alguna familia entrerriana, por lo menos como para comer algo navideño.
El local de "Mac Doval´s" parecía ser la solución. Pero la gente que estaba ahí sentada evidentemente era la familia del dueño del local. No eran clientes. Nos fuimos al escuchar "¡¡tá cerrado, pibe!!"
En otra calle había mesitas afuera. Deduje "restaurant". Pero no. Era otra familia que sacó las mesas y las sillas a la vereda, algo que no se ve en las grandes ciudades.
Se me ocurrió que el casino debía de estar abierto, lleno de gente que no tiene con quién estar el 31, perdiendo plata y escabiando para olvidar que no fomentan los vínculos sociales. Hacia allá íbamos, mi mente ya olvidando el encantamiento del 31, con copas de cristal y servicio a la mesa. Hasta que... apareció una pizarra que ofrecía "venga a cenar con nosotros el 31... sándwiches de miga, salpicón de ave, lechón, arrollado salado, bebida y postre"
Fui feliz. Comí a lo loco, tomé vino, helado, champán y todo salió como lo esperaba. Hasta me tocaron el COJETE y todo.

domingo, 19 de enero de 2014

Comida para perros y gatos

Un día decidí que seguramente la comida para perros y gatos debía de ser rica. O sea, ese olorcito, sabor artificial a atún, pollo o carne... no debe estar tan mal... me enteré que hay alimento balanceado para animales con verduras, también. Mis cobayos comen Conejín y alfalfa, todavía no los probé. La cuestión es que tenía unos 9 años y me mandé unos Cat Chow como si fueran Sugus. Riquísimos. Estaban mis hermanos, también, creo que comieron conmigo.
Comer Cat Chow se volvió como una pequeña adicción. En ausencia de adultos, íbamos y comíamos, casi a diario. Hasta que apareció mi abuela y dijo "no estarán comiendo eso, no? No lo hagan, chicos, ne daj Bozje (en croata: Dios no quiera), ¡¡pueden morir!!" Pusimos cara de nada y le dijimos que no, que no estábamos comiendo.
Creo que temí mi pronta muerte durante los subsiguientes treinta días. Sigo viva ahora, vivita y tipeando. Pero bueno, si algún día me llego a morir, sepan que fue por la maldición croata que me echó mi abuela.

martes, 7 de enero de 2014

Lluvia

Una vez era adolescente y salía del colegio. Llovía terriblemente y era imposible no mojarse. Me di cuenta que era al pedo el paraguas, saltar los charcos, caminar bajo los aleros de las casas: siempre me iba a mojar. Así que me acordé de Stella, la amiga de mi mamá, que un día me contó que, a propósito, decidió pisar todos los charcos del camino. ¡Así que decidí hacer lo mismo! Cerré el paraguas, y empecé a caminar por los costaditos de la calle, ahí, al lado del cordón, donde más agua se junta. No hacía frío así que disfruté mucho mojarme por el barrio, mirando para un costado y para el otro (¡porque me daba vergüenza que alguien me viera!).
Por suerte llegué a casa y no había nadie que me dijera "Pero, ¡¡nena!! ¡Mirá cómo te mojaste! ¡Te vas a resfriar! ¡Cambiate rápido! ¿No llevaste paraguas?"
Hoy en día me sigue pasando que recuerdo ese momento y también una frase de la canción de Pedro Aznar, "Si no oigo a mi corazón", que dice "...sólo un tonto se pone a correr cuando la lluvia le besa los pies"... entonces pienso "¡no quiero ser una tonta! ¡No pienso correr! Si la lluvia me va a mojar igual... de hecho, no me va a mojar... me va a "besar los pies"... ¡qué romántico!" Así que cuando llueve sigo caminando tranquilamente, con botas de lluvia y paraguas.
Ah, y recién me fui a la esquina, descalza, para ver cómo llovía y cómo subía el agua del canal que pasa por acá... y no me clavé ni un clavo oxidado, ni me caí a una alcantarilla ni me electrocuté con un cable... así que les recomiendo que no piensen en las desgracias que puede traer la lluvia, si no en las cosas bonitas que nos da. Y si no me quieren hacer caso, por lo menos escuchen "Lo que dice la lluvia"
https://www.youtube.com/watch?v=PfV-sCa_IOs