lunes, 16 de noviembre de 2009

El viernes fue uno de esos días en los que hubiera sido mejor quedarse en casa. Iba a poner "morir" pero tenía miedo que piensen que siento eso de verdad por culpa de un día más en este mundo cruel (?). Parcial de historia inglesa, no sé si me fue bien, el viernes sabré... yendo en colectivo, hablando por celular, aparece mi gran amigo de la vida: negro, culón y chiquito. No, no soy racista (sólo odio a los negros de mierda que me mean el auto). Hablo de un puto abejorro que entró por la ventana y me hizo asustar mucho!! Hijo de puta! Ya pensé que era un mal presagio... dije "este abejorro del orto me cagó el día, seguro." Con lo cual, deduzco que no aprobé.
Llego a casa, almuerzo, preparo mi mochila para la clase de flauta. Empieza a llover. "Oh, no olvidaré tomar el paraguas," (?) pensé. Inútil fue tomarlo, pues para cuando bajé del colectivo, que me deja en la esquina del conservatorio, llovía tanto que tener un paraguas en la mano era tan necesario como tener una jaula para conejos sin conejos adentro (?). No sólo no me sirvió para un carajo, es decir, llovía tanto y había tanto viento que las gotas no eran tales. Eran azotes, que me castigaban por pecadora, por no haber estudiado historia lo suficiente y por haberle gritado a algún alumno. Creo que gritaban "tomá, sufrí, perra!" Hay una canción de Pedro Aznar que se llama Lo que Dice la Lluvia, y para mí que me decía eso. Vale aclarar que el colectivero no acercó su carro (?) al cordón "Puta que te parió!" Por primera vez puteé a un colectivero en voz alta. Entendí cómo se sienten los viejitos que van en bastón por todos lados y el bondilero para en medio de la calle. Metí el pie en la calle, el agua me llegaba hasta la rodilla. Eso no es mucho, dado que no soy jugadora de básquet. Pero me mojé. Mucho. Cruzar la calle fue como atravesar una laguna y tener diez años, creyendo que vas a alcanzar el otro lado pero tenés miedo que la corriente te chupe. Lo alcancé, la corriente me chupó, pasaron unos autos en vez de peces, y no tenía maya ni era verano. No disfruté haber cruzado la laguna. Insulté en voz alta, varias veces.
Lo lindo fue tocar la flauta descalza, en el aula, muy profesionalmente y simulando que no estaba mojada, para nada. También disfruté escurrir las medias en el baño, mirando para todos lados a ver si me veía alguien, porque me daba un poco de vergüenza pero también me divertía esconderme.
La culpa de todo la tuvo el abejorro... después me piden que no sea racista, con esos negros gorditos malpresagieros!!!!

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