domingo, 20 de octubre de 2013

Fiestas

Resulta ser que hay fiestas que están buenísimas. Gente divertida, música atractiva, alcohol a granel y demás. Por "demás" uno puede completar con lo que más le guste. Hombres fornidos (?), mujeres que entreguen la cola o lo que quieras. Porque había eso también. Pero lo que faltaba era algo que yo necesitaba mucho en un momento de la noche. Comer algo. Quería ingerir alimento. No me parecía abrir las alacenas en casa ajena, así que empecé a buscar platos con papas fritas o algo así arriba de las mesas. Hasta que los vi. Un platito con palitos salados, perfecto. Felizmente, agarré uno y me lo metí en la boca. Inmediatamente, lo escupí. Lo escupí porque, claro, resulta ser que el palito salado era en realidad una colilla de cigarrillo.
Puedo justificar mi acto estúpido diciendo que estaba muy oscuro, y de ahí la confusión. Pero todos sabemos que en realidad estaba medio borracha y nunca me di cuenta que el cenicero LLENO de colillas era un cenicero LLENO de colillas y no palitos. Así que me quedé con hambre y fui corriendo a contarle a una amiga la pelotudez que había hecho así nos reíamos un rato.

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