martes, 19 de noviembre de 2013

Polillas

Ya conté antes que odio las polillas. A mi mamá le encanta contar esta anécdota y sentir que me humilla, pero creo que a esta altura de la vida hay pocas cosas que me humillen. O varias mejor dicho, pero vía blog me hago la canchera y finjo que soy re cool y todo me chupa un huevo. Como esta anécdota, que me chupa un huevo pero en realidad no tanto y paso a contar.
Yo no recuerdo cómo sucedió todo, era muy chica, pero ya tenía un inconsciente sabio que reprimió tamaño trauma y, hoy por hoy, no sé cómo fue que pasó. Es como cuando los bebés cortan dientes. Debe ser algo dolorosísimo, pero no nos acordamos cómo era porque nuestro inconsciente es inteligente, y lleva ese dolor horrible a una caja enorme llena de cosas conocidas como "cosas reprimidas". O algo así, ponele, no soy psicóloga, pero sé que les encantó leer mi explicación.
El tema es que estaba en la terraza y fui corriendo a llorarle a mamá "buaaaaaa hay una poliiiiiiillaaaaaa" Y mi vieja me dijo que no pasaba nada... que era un bichito... pero yo con todas mis fuerzas le dije "noooooo... me va a comer la ropaaa y voy a quedar desnuuuudaaaaaa"
La última vez que mami contó esta anécdota me limité a sonreir pensando con orgullo... sí... odio a las polillas... manga de putos (?)

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