martes, 7 de enero de 2014

Lluvia

Una vez era adolescente y salía del colegio. Llovía terriblemente y era imposible no mojarse. Me di cuenta que era al pedo el paraguas, saltar los charcos, caminar bajo los aleros de las casas: siempre me iba a mojar. Así que me acordé de Stella, la amiga de mi mamá, que un día me contó que, a propósito, decidió pisar todos los charcos del camino. ¡Así que decidí hacer lo mismo! Cerré el paraguas, y empecé a caminar por los costaditos de la calle, ahí, al lado del cordón, donde más agua se junta. No hacía frío así que disfruté mucho mojarme por el barrio, mirando para un costado y para el otro (¡porque me daba vergüenza que alguien me viera!).
Por suerte llegué a casa y no había nadie que me dijera "Pero, ¡¡nena!! ¡Mirá cómo te mojaste! ¡Te vas a resfriar! ¡Cambiate rápido! ¿No llevaste paraguas?"
Hoy en día me sigue pasando que recuerdo ese momento y también una frase de la canción de Pedro Aznar, "Si no oigo a mi corazón", que dice "...sólo un tonto se pone a correr cuando la lluvia le besa los pies"... entonces pienso "¡no quiero ser una tonta! ¡No pienso correr! Si la lluvia me va a mojar igual... de hecho, no me va a mojar... me va a "besar los pies"... ¡qué romántico!" Así que cuando llueve sigo caminando tranquilamente, con botas de lluvia y paraguas.
Ah, y recién me fui a la esquina, descalza, para ver cómo llovía y cómo subía el agua del canal que pasa por acá... y no me clavé ni un clavo oxidado, ni me caí a una alcantarilla ni me electrocuté con un cable... así que les recomiendo que no piensen en las desgracias que puede traer la lluvia, si no en las cosas bonitas que nos da. Y si no me quieren hacer caso, por lo menos escuchen "Lo que dice la lluvia"
https://www.youtube.com/watch?v=PfV-sCa_IOs

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